Hace ya un tiempo que me he dado cuenta que Lima es una ciudad superficial. De repente no nos damos cuenta, pero nos dejamos llevar tanto por las apariencias y la moda que me da la impresión de que todos somos unas ovejitas en un rebaño siguiendo un mismo modelo. No me puedo excluir de esta descripción pues lamentablemente algunas veces yo también me he dejado llevar, pero tengo que agradecer a lo que sea que me hizo darme cuenta.
Pareciera que hay una sola forma correcta de hacer todo: forma de vestir, de ser, de trabajar, de caminar, de hablar, etc. Existen los lugares “correctos” y “de moda” que frecuentar y si no lo haces o no te gusta recibes una mirada reprobatoria y un “q baaaad” con tonito de ajjjco y todo. Los hobbies y los intereses que no entren en el patrón dictado por la sociedad son considerados “excéntricos” y hasta en algunas ocasiones “lornas”. ¿Cómo vas a preferir quedarte a leer en vez de ir a la “playita” o ir a LA JUERGA en Eisha? Me pregunto cuántas de esas personas que siguen la línea dictada por la moda de verdad disfrutan lo que hacen o si sólo lo hacen por encajar y no quedarse atrás.
Ser popular es indispensable y relacionarse con la gente adecuada también. No estar a la moda con la ropa es un pecado. Un día salí de mi casa y me encontré con que para ser una chica chévere tienes que vestirte exactamente igual que los demás y mientras más puta mejor. Y para ser un chico popular tienes que volverte “el pendejo”.
Durante una época seguí algunas de las tendencias actuales, como los sitios que frecuentar, la actitud que tomar, etc. Y un día dije “a la mierda”. ¿Cuándo se volvió necesario dejar de lado la individualidad para ser considerado alguien genial? ¿Por qué esa necesidad de amoldarse a lo que digan los demás y considerarse “cool” por la falta de originalidad?
Ese día decidí ser simplemente yo. Ese día me dejó de importar lo que pueda decir la gente de mis pasatiempos, mi forma de vestir o mi forma de vivir. Eso no es ir en contra de todo lo que los demás hacen o dicen. Yo pienso que uno debe de hacer lo que de verdad quiere hacer. Quiero poner énfasis en la capacidad de cada uno de tener ideas propias y darse cuenta que lo que diga la mayoría no siempre es lo correcto.
Toda esta mentalidad de rebaño tiene consecuencias más importantes que la forma de vestir de un grupo de chicas: genera rechazo y discriminación entre la gente. Si no cumples con una serie de requisitos entonces no vales la pena. Además crea estándares retorcidos que la gente quiere alcanzar y para hacer eso anula una parte de sí mismo, lleva a las personas odiarse por quiénes son, a negar su verdadero “yo”.
Entonces chicos, abran los ojos y pregúntense ¿quién soy yo?
Yo, Melissa, soy un poco tímida, un tanto torpe, dormilona, comodona y asmática. No sé bailar bien, me dan pánico los lugares atiborrados de gente y detesto la impuntualidad. Me encanta leer, ir al cine, salir con mis amigos, conversar, estar con Renzo y ver tele con mi mamá. Tomo mis propias decisiones y eso me llena más que la “aprobación” de gente que en verdad no me importa. Esa soy yo.