Wednesday, March 30, 2011

El Extranjero de Albert Camus

Cuando me compré El Extranjero la semana pasada pensé en encontrarme con una obra densísima y pesada; tremendamente existencialista.  Y estaba equivocada. Es una obra que de densa o pesada no tiene nada y si bien tiene matices existencialistas, es más un libro sobre el absurdo. Me sorprendió la economía de su prosa, cuán directa y realista es la narración. Fluye de forma ligera y terminé leyendo el libro entero en una madrugada de insomnio.

El personaje principal del libro, su protagonista y narrador en primera persona es Meursault, un joven francés que vive en Argel. Su madre acaba de morir pero él de verdad no siente nada, parece sumido en una apatía o indiferencia que lo domina todo y se deja llevar por la vida sin mayor atención. Una serie de circunstancias lo llevan a cometer un crimen sin sentido, sin motivo. Es condenado a muerte en un juicio absurdo, donde el argumento que se utiliza en su contra es su aparente falta de sentimientos: que no lloró por su madre, que se tomó un café con leche durante el velorio, que no siente culpa por el asesinato, que dice que lo mató porque hacía calor. Meursault nos cuenta los eventos desde su perspectiva, y a pesar de saber que su vida depende de ese juicio, no hace nada por salvarse. Parece que le da igual.

Camus nos muestra el absurdo del mundo y de la vida que llevan los hombres y de las reglas del juego para poder sobrevivir en una sociedad que no nos proporciona completamente esa libertad que el ser humano busca. Pero vivir en sociedad es justamente eso, sacrificar pedazos de nuestra libertad por poder vivir en paz y tranquilidad.  

Meursault representa al hombre que no se siente atado por ninguna regla de la sociedad. No es un hombre malo, es un hombre deshumanizado. Y el juez y fiscal que lo juzgan representan el otro lado del espectro: los hombres atados a las convenciones sociales, que más que no perdonarle el crimen en sí, no le perdonan su falta de sentimientos, su incapacidad de decir que se arrepiente, hasta su incapacidad de defenderse. Entonces se vuelve en un juicio absurdo. Al final lo condenan por cualquier cosa menos por el crimen que de verdad cometió. En La Verdad de las Mentiras, Mario Vargas Llosa dice acerca del protagonista: “(…) lo que se condena en él no es el asesinato del árabe, sino la conducta antisocial del acusado, su psicología y moral excéntricas a lo establecido por la comunidad.”

Me gustó muchísimo esta obra, lo que me anima a seguir leyendo a Camus. Me impresionó su visión del mundo. Una visión pesimista quizás, sin fe en la humanidad por cualquier lado que se le mire, pero hay que tener en cuenta que Camus escribió esta novela en la época de la posguerra, cuando Europa todavía sangraba las heridas de la Segunda Guerra Mundial.

La indiferencia de Meursault me mantenía pegada al libro. Se veía venir la desgracia, se veía venir que un hombre como él no iba a ser tolerado por la sociedad y sus reglas establecidas. Me sorprendía lo absurdo de toda la situación, la manera dejarse arrastrar por cualquier cosa, su único interés por lo físico, lo animal. Y luego lo absurdo de la ley, de las personas que lo condenan, que lo tildan de monstruo porque al día siguiente del velorio de su madre durmió con una mujer. De repente hoy en día Meursault no hubiera sido condenado a muerte, hubiera sido condenado a años de cárcel y ya no hubiera sorprendido al jurado o al público. Gente como él es ahora bastante común, la vemos todos los días en la televisión. Y eso es terrible. Pareciera que la misma sociedad que establece las reglas de convivencia deshumaniza a sus miembros, despojados de autonomía y sentido de culpa o responsabilidad; extranjeros a su propia vida.

Monday, March 28, 2011

Extracto de "La Loca de la Casa" de Rosa Montero

Estaba dando una releída a La Loca de la Casa y afirmando cada vez más cuánto me gusta como escribe y piensa Rosa Montero, cuando me encontré con esta parte que me provocó compartir con ustedes. 

"(...) Esto es una consecuencia de la obligatoriedad del éxito comercial, que se ha convertido en un requerimiento casi frenético. Se diría que hoy la única medida del valor de un libro es la cantidad de copias que vende, una apreciación a todas luces absurda, porque hay obras horrendas que se venden a mansalva y libros estupendos que apenas si circulan (lo cual no quiere decir, naturalmente, que los libros buenos sean por definición los que no se venden y los libros malos los que sí: ésa es otra mentecatez del mismo calibre que estuvo de moda hace algunos años)."

(Rosa Montero: La Loca de la Casa. Editorial Santillana. 2006)

Y es la única manera que tengo para explicarme por qué hace unos días encontré en el display central de una librería, uno junto a otro, como si pertenecieran al mismo saco, los libros de Stephenie Meyer y los de Vargas Llosa (más que obvio que casi sufro un infarto y procedí a querer modificar la organización del display tapando los libros de Meyer con libros de Julio Ramón Ribeyro y Alonso Cueto. Lamentablemente no pude hacer mucho porque el hombre de seguridad ya se acercaba a preguntar qué estaba haciendo).

Tuesday, March 22, 2011

El Péndulo de Foucault de Umberto Eco

Acabo de terminar de leer El Péndulo de Foucault. Me ha parecido interesante pero no puedo decir que me encantó, a diferencia de El Nombre de la Rosa. El argumento básico de la historia es bastante sencillo: un grupo de amigos que trabajan en una editorial en Milán comienzan a recibir manuscritos de ocultistas, diabólicos y toda una serie de sectas. Todos hablan de un Plan y un Gran Secreto que conduce a la salvación o cuyo conocimiento significa la salvación. Es entonces cuando estos tres amigos, Diotallevi, Jacopo Belbo y Casaubon, deciden crear a manera de burla y de broma, su propio Plan. Un plan que protege a este Gran Secreto (un secreto vacío porque es inventado).

Los problemas comienzan cuando un día, Jacopo Belbo le cuenta este plan a un hombre que es un supuesto estudioso de todos estos temas, y este hombre se toma el plan en serio y piensa que Belbo conoce el secreto. Ahí comienza la pesadilla y los amigos se ven atrapados en medio de unos fervientes y dementes creyentes de la búsqueda de este Gran Secreto. Son personas llevadas por un misticismo ridículo y absurdo, como lo quiere pintar Eco, que no utilizan para nada lo racional o el sentido común. La intención de Eco es burlarse de todo el esoterismo, y lo logra pues el final es una muestra de lo que sucede con la gente que se deja llevar por el misticismo y que vive por la existencia de complots y conspiraciones. La historia está contada desde primera persona, con Casaubon como narrador, testigo y segundo protagonista.

Hasta aquí se entiende ¿verdad? Y el argumento es súper interesante. Los problemas para mí comenzaron cuando los amigos deciden crear el Plan. Para hacerlo utilizan de todo un poco de lo que han leído y de lo que investigan. Cuando digo de todo un poco, es una afirmación literal. De todo. El plan incluye a los templarios, rosacruces, los Illuminati, los masones, El Papa, pasando por los judíos, egipcios, musulmanes, príncipes y reyes de toda Europa, el Viejo de la Montaña, Bacon, Shakespeare, Elizabeth I, Felipe el Hermoso, Voltaire, Richelieu  y demás, hasta Hitler y sus nazis. Y esto es sólo un pequeño resumen de todos los implicados. Además se utilizan aspectos de todas las religiones, dogmas, filosofías, teorías, ciencias, pseudo-ciencias como la alquimia, etc., todo influenciado por el esoterismo y el hermetismo. Y los personajes filosofan tanto todo el tiempo que muchas veces pensé “¿Qué se han fumado?” Me sentía como un lego leyendo un tratado de física cuántica. Además, el libro no está dividido en capítulos, sino en los diez Sefirot de la Cábala Hebrea y se refiere a ellos reiteradamente, asumiendo que el lector conoce y sabe de qué trata.

No estoy queriendo decir que todo sea algo malo, estoy segura que para los que tienen conocimiento del tema debe ser una novela realmente fascinante, pero yo me sentí perdida en una buena parte del libro. Incluso comencé a saltearme las partes demasiado místicas porque aumentaban mi sensación de frustración por no entender de verdad lo que estaba leyendo. El libro empieza muy bien, según mi opinión, y luego mientras el Plan toma forma, comienza a enredarse y enredarse. Hay quienes han sugerido que el libro necesita un índice por la cantidad de información que proporciona sin mayor explicación.

Yo sigo siendo fanática de Umberto Eco porque El Nombre de la Rosa es uno de los mejores libros que me he leído y uno de mis favoritos, pues es un equilibrio perfecto entre erudición y argumento, que es justo la razón por la que el libro es tan genial. Pero en El Péndulo no existe ese equilibrio y llegué al final sin el entusiasmo con el que comencé a leerlo. Y creo que eso es lo peor con un libro, perder el entusiasmo por seguir leyéndolo; pensar “ya lo quiero acabar” no por las ganas de devorarlo, sino porque ya quieres pasar a otra cosa.

Tuesday, March 1, 2011

Fragmento de El Péndulo de Foucault (Umberto Eco)

Quiero compartir un extracto de “El Péndulo de Foucault” de Umberto Eco. Este fragmento me ha parecido divertidísimo. No sé si es solo a mí que Umberto Eco me parece graciosísimo, pero también El Nombre de la Rosa me pareció que tenía partes hilarantes, especialmente con el personaje de Salvatore de Monferrate y su peculiar manera de hablar.

“En el mundo están los cretinos, los imbéciles, los estúpidos y los locos. (…) El cretino ni siquiera habla, babea, es espástico. Se aplasta el helado contra la frente, no puede ni coordinar los movimientos. Entra en la puerta giratoria por el lado opuesto. (…)

Ser imbécil es ya más complicado. Es un comportamiento social. El imbécil es el que habla siempre fuera del vaso (…). O si prefiere es el que siempre mete la pata, el que le pregunta cómo está su bella esposa al individuo que acaba de ser abandonado por la mujer (…). El imbécil está muy solicitado, sobre todo en las reuniones mundanas. Incomoda a todos pero les proporciona temas de conversación. (…)

El estúpido no se equivoca de comportamiento. Se equivoca de razonamiento. Es el que dice que todos los perros son animales domésticos y todos los perros ladran, pero que también los gatos son animales domésticos y por lo tanto ladran (…). Se publican muchos libros escritos por estúpidos, porque a primera vista son muy convincentes (…).

(El loco) es un estúpido que no conoce los subterfugios. El estúpido trata de demostrar su tesis, tiene una lógica, cojeante, pero lógica es. En cambio, el loco no se preocupa por tener una lógica, avanza por cortocircuitos. Para él, todo demuestra todo. Al loco se le reconoce porque se salta la torera obligación de probar lo que se dice; porque siempre está dispuesto a recibir revelaciones. Y le parecerá extraño, tarde o temprano el loco saca a relucir a los templarios.”

El Péndulo de Foucault (1988) – Umberto Eco