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Tuesday, March 22, 2011

El Péndulo de Foucault de Umberto Eco

Acabo de terminar de leer El Péndulo de Foucault. Me ha parecido interesante pero no puedo decir que me encantó, a diferencia de El Nombre de la Rosa. El argumento básico de la historia es bastante sencillo: un grupo de amigos que trabajan en una editorial en Milán comienzan a recibir manuscritos de ocultistas, diabólicos y toda una serie de sectas. Todos hablan de un Plan y un Gran Secreto que conduce a la salvación o cuyo conocimiento significa la salvación. Es entonces cuando estos tres amigos, Diotallevi, Jacopo Belbo y Casaubon, deciden crear a manera de burla y de broma, su propio Plan. Un plan que protege a este Gran Secreto (un secreto vacío porque es inventado).

Los problemas comienzan cuando un día, Jacopo Belbo le cuenta este plan a un hombre que es un supuesto estudioso de todos estos temas, y este hombre se toma el plan en serio y piensa que Belbo conoce el secreto. Ahí comienza la pesadilla y los amigos se ven atrapados en medio de unos fervientes y dementes creyentes de la búsqueda de este Gran Secreto. Son personas llevadas por un misticismo ridículo y absurdo, como lo quiere pintar Eco, que no utilizan para nada lo racional o el sentido común. La intención de Eco es burlarse de todo el esoterismo, y lo logra pues el final es una muestra de lo que sucede con la gente que se deja llevar por el misticismo y que vive por la existencia de complots y conspiraciones. La historia está contada desde primera persona, con Casaubon como narrador, testigo y segundo protagonista.

Hasta aquí se entiende ¿verdad? Y el argumento es súper interesante. Los problemas para mí comenzaron cuando los amigos deciden crear el Plan. Para hacerlo utilizan de todo un poco de lo que han leído y de lo que investigan. Cuando digo de todo un poco, es una afirmación literal. De todo. El plan incluye a los templarios, rosacruces, los Illuminati, los masones, El Papa, pasando por los judíos, egipcios, musulmanes, príncipes y reyes de toda Europa, el Viejo de la Montaña, Bacon, Shakespeare, Elizabeth I, Felipe el Hermoso, Voltaire, Richelieu  y demás, hasta Hitler y sus nazis. Y esto es sólo un pequeño resumen de todos los implicados. Además se utilizan aspectos de todas las religiones, dogmas, filosofías, teorías, ciencias, pseudo-ciencias como la alquimia, etc., todo influenciado por el esoterismo y el hermetismo. Y los personajes filosofan tanto todo el tiempo que muchas veces pensé “¿Qué se han fumado?” Me sentía como un lego leyendo un tratado de física cuántica. Además, el libro no está dividido en capítulos, sino en los diez Sefirot de la Cábala Hebrea y se refiere a ellos reiteradamente, asumiendo que el lector conoce y sabe de qué trata.

No estoy queriendo decir que todo sea algo malo, estoy segura que para los que tienen conocimiento del tema debe ser una novela realmente fascinante, pero yo me sentí perdida en una buena parte del libro. Incluso comencé a saltearme las partes demasiado místicas porque aumentaban mi sensación de frustración por no entender de verdad lo que estaba leyendo. El libro empieza muy bien, según mi opinión, y luego mientras el Plan toma forma, comienza a enredarse y enredarse. Hay quienes han sugerido que el libro necesita un índice por la cantidad de información que proporciona sin mayor explicación.

Yo sigo siendo fanática de Umberto Eco porque El Nombre de la Rosa es uno de los mejores libros que me he leído y uno de mis favoritos, pues es un equilibrio perfecto entre erudición y argumento, que es justo la razón por la que el libro es tan genial. Pero en El Péndulo no existe ese equilibrio y llegué al final sin el entusiasmo con el que comencé a leerlo. Y creo que eso es lo peor con un libro, perder el entusiasmo por seguir leyéndolo; pensar “ya lo quiero acabar” no por las ganas de devorarlo, sino porque ya quieres pasar a otra cosa.