Friday, November 12, 2010

The Bell Jar de Sylvia Plath

Anoche terminé de leer The Bell Jar. Es la historia de Esther Greenwood, una chica de 19 años que se desliza, por decirlo de alguna manera, hacia la depresión. La primera mitad del libro nos presenta a una Esther más o menos normal, estudiante de una prestigiosa universidad y que se encuentra haciendo prácticas en una conocida revista en Nueva York. En primera persona y mezclando flashbacks y raccontos, la protagonista nos cuenta detalladamente sus pensamientos y los eventos que marcan su vida a modo de confesión. A medida que van pasando las hojas, uno comienza a percibir cierta apatía y desgano, pero de forma sutil, casi como si uno mismo estuviera cayendo lentamente en una estado de somnolencia. 

Hacia la mitad del libro ocurre el punto de quiebre, cuando Esther regresa a su casa para pasar ahí el resto de sus vacaciones de verano. Primero aparece el insomnio, dos, tres, cinco, siete, hasta quince días sin dormir. Luego la incapacidad de comer y finalmente, lo peor, no poder leer ni escribir. El primer psiquiatra que la atiende le receta de frente terapia de shock y Esther se rehúsa a regresar. Intenta suicidarse una y otra vez, fallando siempre, hasta que finalmente se esconde debajo de su casa y se toma una botella entera de somníferos. Después de ese evento, Esther es internada en varios hospitales psiquiátricos. 

La segunda parte del libro trata de sus experiencias en esos hospitales y su constante ir y venir en el camino hacia la mejora. Sí, se que suena terriblemente depresivo, y lo es, pero el libro tiene algo que atrae, casi como si algún amigo cercano nos estuviera contando su propia caída en la depresión. Es un libro inteligente, perspicaz, lleno de imágenes y opiniones acerca del mundo. Pero no pude evitar sentirme algo deprimida y apática mientras lo leía. En cierto momento pensé en dejar de leerlo porque el libro transmitía demasiado bien la depresión de esta chica y comenzaba a deprimirme yo también. Al final no pude dejarlo hasta que terminé. Eso sí, he decidido leerme El Principito o Harry Potter para sacarme el aire depresivo que me ha quedado. Creo que lo que más afecta es saber que es un libro semi-autobiográfico y que Sylvia Plath terminó suicidándose 10 años después de su publicación. 

Éste es un ejemplo perfecto de como las cosas que leemos afectan nuestros estados de ánimo y el transcurso de nuestros días. Un excelente libro, un verdadero insight en una mente brillante pero trastornada. Lo recomiendo, pero seguido obligatoriamente por caminatas bajo el sol y helados de vainilla. Por favor.

Monday, November 8, 2010

Una groupie de Baryshnikov

Sé que mi blog es de literatura pero no puedo dejar de escribir acerca de esto. Para los que no lo saben, el ballet es mi segunda pasión, después de la literatura. Comencé a bailar a los 4 años y me enamoré por completo de la danza. Bailar me llena de una manera increíble, me hace feliz y me libera. Es una catarsis y el mundo no existe cuando bailo. 

Vi bailar a Baryshnikov por primera vez en una versión de Don Quijote del American Ballet Theatre. Cuando digo que lo vi, me refiero por supuesto a que lo vi por la televisión. Me enamoré por completo de él y desde entonces ha sido mi ídolo, junto con García Márquez, Córtazar, Vargas Llosa, etc. Es una de esas personas legendarias que dejan una huella incluso sin haberla conocido. Siempre me imaginé bailando con él. 


Cuando me enteré que Baryshnikov venía a Lima me emocioné. Compré las entradas (para mi mamá también ya que mi amor por el ballet y por Baryshnikov es algo que comparto hasta las lágrimas con ella) e hice la cuenta regresiva hasta hoy. La presentación de hoy "Tres solos y un dúo" junto a la bailarina española Ana Laguna fue fascinante. No importa cuántos años tenga, cuánto tiempo haya pasado o que ahora baile danza contemporánea: Baryshnikov es un genio en todo lo que hace. Creo que nadie ha aplaudido tanto como nosotras, o gritado tanto como nosotras. Al final de la función, cuando salieron por última vez al escenario para despedirse, he aplaudido con tanta fuerza y gritado "bravo Mischa" que el propio Mischa nos miró, nos señaló y se rió.


Al salir vimos un grupo de gente esperando en la puerta del backstage. Al instante saqué mi lapicero, abrí la página del librito que regalaron en el teatro, en donde sale la foto de Mischa y corrí con mi mamá. En verdad, corrí detrás de mi mamá. No se quién estaba más emocionada, si ella o yo. Por fin salió y comenzó a firmar autógrafos. Llegué a pararme a su costado, mientras mi mamá le daba el librito para que lo autografiara. Lo único que atiné a decirle fue "we looooooove you". Así, con énfasis en la "o". Mi mamá sí llegó a decirle algo más pero ya no estoy segura qué. Me miró directamente y me dijo "thank you" con ese acento ruso que vuelve loca a mi amiga Inés. 
Mi mamá sigue dando saltos de felicidad. He conocido a uno de mis ídolos de toda la vida, a alguien que admiro tanto. Hoy no voy a dormir. Parezco una groupie de una banda de rock, una de las fans de los Beatles en los años 60. Pero no puedo evitarlo. La emoción se me sale por los dedos. Necesito bailar.